Muchos son los cambios que se producen en la gestante durante el embarazo y estos abarcan modificaciones fisiológicas, anatómicas y bioquímicas, consecuencia de la respuesta a estímulos placentarios y fetales la gran mayoría de ellos. Tales variaciones pueden, a su vez, alterar los criterios diagnósticos y como consecuencia el posible tratamiento de enfermedades que se pueden presentar durante este periodo de la mujer, es por ello que necesitamos conocer que esta ocurriendo en nuestro cuerpo y que procesos son normales o fisiológicos. No podemos percibir los procesos patológicos sin apreciar cuales constituyen la normalidad.

¿Qué cambios se manifiestan?
Seguiremos un orden para señalar dichas modificaciones, como no podía ser de otra manera el útero es uno de los órganos que más perceptiblemente se transforma y adapta a este nuevo evento que es el embarazo, adelgaza sus paredes musculares* con tal de acomodar al feto, la placenta y el líquido amniótico (a partir de ahora LA), considerándose un volumen promedio de este último, al final de la gestación, de unos cinco litros.
*De ahí que nosotros, los profesionales y tú misma, podamos palpar al feto con cierta facilidad y de esta manera orientarnos si su cabeza se sitúa en la pelvis materna en edades gestacionales avanzadas.
Debemos de recordar que el útero gravídico alcanzará una capacidad de 500 a 1000 veces mayor que el no gestacional, crecimiento subsecuente a la hipertrofia y elongación de la masa muscular, todo ello resultado de la acción de dos hormonas principalmente: estrógeno y progesterona.
Señalar que cuando una gestante está de pie la pared abdominal soporta al útero (coincidiendo con el eje longitudinal de este con el eje de la entrada pélvica), pero cuando está en supino (boca arriba) el útero se desplaza hacia atrás descansando sobre la columna y grandes vasos, pudiendo provocar el síndrome de vena cava que conlleva descenso del gasto cardíaco materno (no llega suficiente volumen de sangre al corazón), manifestándose con hipotensión, mareos, náuseas, agitación, cefalea, entre otros síntomas y que también puede repercutir sobre el feto.
Si tenemos en cuenta la posibilidad de la presencia de contracciones uterinas, estas se presentan desde el inicio del embarazo de forma esporádica e indolora. Como el primer autor en detectarlas fue Braxton Hicks, allá por el siglo XIX, adquirieron su nombre. Son estas, las que pueden provocar al final de la gestación el llamado falso trabajo de parto, pues al no ser efectivas no se observan modificaciones obstétricas en la mujer y por tanto ni presenta dilatación cervical ni contracciones efectivas, rítmicas y dolorosas.
También durante esta etapa el incremento de la vascularización y la hiperemia en piel, periné y vulva se hace patente, además la vagina sufre modificaciones que con el fin de prepararse a la distensión propia que acontece durante el trabajo de parto se produce una laxitud del tejido conjuntivo y un aumento del grosor de la capa muscular. Por otro lado, es normal que observes un incremento de las secreciones vaginales, que consiste en una excreción blanca y un poco espesa, además se sucede una mayor producción de ácido láctico (por la acción de los lactobacillus), de tal forma que el ph vaginal se acidifica con el fin de prevenir infecciones.
Piel
Como citamos con anterioridad se produce un aumento del flujo sanguíneo cutáneo durante el embarazo, con el fin de disipar el exceso de calor provocado por el incremento metabólico.

Aproximadamente desde la mitad de la gestación se pueden producir estrías rojizas situadas en el abdomen (donde es más frecuente), mamas y muslos. Estas estrías gravídicas se presentan con un tono plateado-brillante en gestantes multíparas como recordatorio de estrías previas. En algunos estudios se ha demostrado que hay una serie de factores de riesgo para su aparición, como: el aumento de peso durante el embarazo, la menor edad materna y los antecedentes familiares.
También puede darse una separación de la musculatura abdominal en su línea media, al no soportar esta la tensión a la que está sometida y que dará lo que se conoce como diástasis de rectos.
Otra característica de la piel es la hiperpigmentación, normalmente más acentuada en mujeres de piel oscura, observándose principalmente en abdomen – en la línea alba – que al adquirir un tono pardo negruzco se denominará línea morena. En cara y cuello adquiere formas irregulares, parduzcas y lo llamamos cloasma o melasma del embarazo (también se suele citar como máscara del embarazo).

Otra hiperpigmentación de la piel se produce en las areolas mamarias y en la zona genital. No te alarmes, la mayor parte de estos cambios remiten tras el parto de manera considerable.
También en la piel se pueden encontrar modificaciones vasculares, denominadas angiomas o arañas vasculares, y que se manifiestan como pequeñas elevaciones rojas en la epidermis, siendo frecuente en cuello, cara, brazos y parte superior del tórax.
Mamas
Aquí podréis presentar una sensibilidad mamaria incrementada (parestesias), más avanzado el embarazo aumentan de tamaño la mama (pueden hacerse visibles venas bajo la piel), los pezones (que se pigmentan más) y las areolas. En estas últimas, se presentan elevaciones dispersas que son glándulas sebáceas hipertrofiadas (glándulas de Montgomery). Puede existir un incremento considerable del tamaño mamario y es interesante recordar que este no se relaciona con el volumen de leche producida. También ten en cuenta que puede observarse, avanzado el embarazo, una secreción láctea (calostro) de color amarillento y espeso, al exprimir suavemente los pezones.
