Ningún fenómeno fisiológico conlleva modificaciones metabólicas tan singulares como supone la gestación, es durante este periodo y más concretamente durante el tercer trimestre cuando el índice metabólico basal materno se ve aumentado de un 10 a un 20% más que en el estadio no gravídico (a esto debes sumarle otro 10% si se trata de un embarazo gemelar).
Si consideramos el incremento de peso que sucede durante el embarazo, este es resultado principalmente de: el desarrollo uterino, el feto, el líquido amniótico (LA), las mamas y el volumen sanguíneo (y el líquido extracelular extravascular). Poco intervienen en esta subida el aumento de agua celular y el depósito de grasa.
Metabolismo del agua
La retención de agua es una modificación fisiológica durante la gestación, de forma que, al término de esta el contenido hídrico de tres componentes: feto, placenta y LA suma cerca de tres litros y medio, además de un acúmulo de unos tres litros como resultado del desarrollo mamario, uterino y del volumen sanguíneo.
La mayoría de las gestantes presentan edema (hinchazón) de piernas y tobillos, sobre todo al final del día, y ¿por qué? Pues resultado del aumento de la presión venosa bajo el nivel del útero, que a su vez es consecuencia de la presión uterina sobre la vena cava.
Se reconoce que existe un aumento del agua corporal y grasa durante el embarazo y que este, además del peso materno inicial, guarda una interesante relación con el peso del neonato.
“Tanto el sodio como el agua son retenidos durante el embarazo con el fin de expandir los espacios intra y extracelulares, así como para cumplir con los requerimientos del feto y el líquido amniótico. No hay ninguna razón, para restringir la ingestión de sodio durante el embarazo” (Patiño JF, Metabolismo, Nutrición y Shock. Ed. Panamericana, 4ª edición. 2006 p. 627).
Metabolismo proteínico
Tanto el útero como la sangre tienen un alto contenido proteico, aunque existe una mayor concentración en el feto que en la madre, que a través de la placenta participa en la síntesis de las proteínas y concentra aminoácidos en la circulación fetal.
La gestante tiene un balance de nitrógeno positivo durante la segunda mitad de su embarazo, recomendándose un aumento en la ingesta proteica de 15 gramos al día. Al final de la gestación, habrán retenido feto y madre unos 3125 gramos de proteínas, implicadas en el desarrollo de los hematíes, así como del útero y mamas maternas.

Las necesidades proteicas son aportadas eficientemente por la dieta, aunque puede existir carencia en caso de veganismo o cualquier otra deprivación.
Metabolismo de carbohidratos
La gestación normal se caracteriza por hipoglucemia leve en ayunas, hiperglucemia posprandial (después de las comidas) e hiperinsulinemia.

Todo lo señalado en el cuadro superior, es consecuencia de una resistencia insulínica periférica inducida por el embarazo, cuyo fin es proveer de glucosa al feto. Quizás esta resistencia sea mediada por la acción de progesterona y estrógenos, también se suma a la misma el lactógeno placentario (que al aumentar la concentración de ácidos grasos libres favorece la resistencia a la insulina).
La gestante pasa rápidamente de un estado de hiperglucemia posprandial a uno de descenso de la glucosa en sangre, lo que produce en caso de ayunos prolongados cetonemia.
La glucosa materna se considera la principal fuente energética fetal, de forma que los cambios producidos en la gestante pretenden que la glucosa esté en niveles aceptables y en cantidad suficiente para que el feto satisfaga sus necesidades. Y para ello se producen una serie de cambios desde el punto de vista bioquímico, como es una tendencia a la hipoglicemia y aumento de cuerpos cetónicos en ayunas, aumento de triglicéridos y colesterol, además de incrementarse la insulina posprandial.
El exceso de insulina secretada en respuesta a los alimentos produce en la primera mitad de la gestación un depósito de triglicéridos en el tejido adiposo.
Por tanto, se trata de adaptar a la madre que se alimenta intermitentemente con el feto que lo hace de manera continua. Para ello se produce una situación materna, ante el incremento de las necesidades energéticas, de detrimento del uso periférico de glucosa y el de las grasas, de forma que la mujer tiene una situación diabetógena (de sobrecarga de las células β pancreáticas), por efecto hormonal (de la progesterona, el estrógeno y el lactógeno placentario).

Metabolismo de los lípidos
Los depósitos de grasa tienen lugar especialmente durante la segunda mitad del embarazo, depositándose en sitios centrales, quedando disponible para la transferencia placentaria al final de la gestación, cuando el crecimiento fetal es máximo. Los lípidos aumentan durante el tercer trimestre si los comparamos con los niveles de las no gestantes (incremento de VLDL, HDL y LDL), no por ello se relacionan estos aumentos a alteraciones del endotelio vascular, como queda reflejado en determinados estudios.
Entre las funciones de los lípidos podemos citar, el almacén y transporte de ‘combustible metabólico’ y componente de la estructura celular, principalmente.
Durante el embarazo se producirá una adaptación metabólica, observándose dos etapas, a saber: el de la primera mitad de la gestación, donde las necesidades feto-placentarias son pequeñas (aquí el feto alcanza un 15% del peso total). Es en este periodo cuando la energía se usa especialmente para cubrir los cambios del organismo materno y crear las reservas precisas de la gestante.
Ya en la segunda etapa, que se desarrolla durante el resto del embarazo, la energía se emplea para el crecimiento fetal.
