Meditando en SAMPO

Siempre me ha resultado difícil e incluso me ha dado algo de grima hablar en público de los beneficios de la meditación. Esta posición se asemeja muy mucho al vendedor que a toda costa desea que su mercancía sea la mejor y la más adecuada para el futuro comprador.

Normalmente he sostenido que no hay nada que nos facilite una felicidad continua, no, muy al contrario, esta es resultado de un trabajo diario, perseverancia para endulzar la vida a los demás y a uno mismo. Pero vayamos al meollo, a través de la meditación, de su práctica diaria, el cerebro cambia y con este cambio la percepción de la realidad. Muchos son los beneficios, y así lo constata la ciencia, que tiene esta práctica. A modo de síntesis, podemos establecer una serie de mejoras que la meditación nos puede aportar, y son, entre otras: reducción del estrés y la ansiedad, mejora en el bienestar emocional y la concentración, fortalece el sistema inmunológico, ayuda a afrontar el dolor, entre otras, bueno podríamos seguir, pero no quiero cansaros, abajo os dejo un texto que expone ampliamente las bondades del mindfulness.

Lo interesante de la meditación es que supera la expectativa de la práctica y se convierte en un modo de vida, una actitud ante las vicisitudes que normalmente se nos presentan en la misma, conocernos mejor, esa es, pues, su mayor virtud.

En los grupos que hemos ido desarrollando estos años en SAMPO (foto superior), muchos son los compañeros de viaje – bueno, yo diría amigos – que se han vinculado a este camino. En las tardes de los martes nos tienes a tu entera disposición, por si te entrara el gusanillo de participar de estos ratitos de recogimiento.

Normalmente vinculadas a las prácticas, compartimos lo que nuestra esencia desea vaciar en los demás, pintura, cuentos, y por eso os dejo una muestra de cada una de ellas (una pintura de Fermi y un cuento de Inés). Pero, sobre todo, establecemos una convivencia y tolerancia a través de la palabra, que nos enlaza enormemente con el que tenemos al lado, y mediante el compañerismo que se manifiesta con un abrazo, por ejemplo, se establece y rubrica que el esfuerzo merece la pena.

Para, sí, detén el paso y reflexiona por un instante. ¿A quién o quiénes debes el ser cómo eres ahora? También podrías cuestionarte ¿Cómo has llegado hasta aquí? Creo que la mayoría de nosotros achacaríamos nuestros logros y derrotas a nuestro bagaje, pero ¿es eso así?

Pregúntate, ¿Por qué soy como soy? ¿Quién o quiénes me han facilitado el camino? Quizás encuentres la respuesta en tu interior, cierra los ojos y aquieta la respiración, ralentizando el ‘paso’, diez minutos y ya, tu cuerpo se regenera, encontrando respuestas.

Hasta pronto.

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